Ciudad de México -- Enrique Peña Nieto, con su don de orador y sueño de la infancia de algún día ser servidor público, será juramentado el sábado como nuevo presidente de México; y a pesar de heredar un país desgarrado por la violencia y la corrupción, podría ser uno de los líderes con más suerte de la historia reciente.
Asume el mando de una nación de casi 117 millones de habitantes con una economía resurgente que se está convirtiendo en una de las más competitivas del mundo, superando a Brasil en ritmo de crecimiento anual.
La inseguridad y las ejecuciones, que han sido la máxima prioridad para los mexicanos, de ninguna manera se han acabado, pero parecen estar disminuyendo; las ejecuciones han disminuido cerca de un 20%.
Una encuesta nacional publicada esta semana por Gabinete de Comunicación Estratétgica (GCE) indica que el 59% de los mexicanos creen que Peña Nieto hará mejorar a su vida. De hecho, precisamente esas altas expectativas serían el mayor reto de Peña Nieto.
"Lo que dicen esas cifras es que Peña Nieto no tendrá una luna de miel", dijo Liébano Sáenz, presidente de GCE. "Le pusieron la vara muy alta".
Peña Nieto sucede a Felipe Calderón, quien se va a la Universidad de Harvard con una beca de 12 meses a la Escuela de Gobierno John F. Kennedy. "Se supone que nadie está cortando cabezas en las calles de Massachusetts ", bromeó el historiador de Harvard John Womack.
Calderón pasó de largo a la Universidad de Texas en Austin, que lo había estado cortejando durante los últimos dos años.
Peña Nieto, de 46 años, ex gobernador del Estado de México, recibe una nación fracturada y dividida en cómo proceder con la guerra contra las drogas, un pueblo algo engañado por una promesa de democracia no cumplida, y una sociedad civil todavía en pañales que espera nerviosamente el regreso del Partido Revolucionario Instituciomal (PRI), un régimen-partido que gobernó imperiosamente durante gran parte del Siglo 20 mediante la manipulación y compra de votos, cooptación, corrupción y hasta violencia, cuando fue necesario.
"Por mi parte estoy nerviosa por su regreso", dijo Guadalupe Dávila, de Ciudad Juárez, cuyo hijo fue una de más de 60,000 personas asesinadas en todo el país durante el sexenio de Calderón. "Pero nos corresponde a nosotros, la sociedad, demostrarle al PRI que hemos cambiado como pueblo, que exigimos cuentas, que las cosas no pueden volver a ser como antes y ser relegados otra vez. Por eso perdimos lo que perdimos".
De hecho, independientemente de lo que uno piense del conservador Partido Acción Nacional (PAN), el partido de Calderón, el país empezó a deshacerse de su pasado paternalista durante los 12 años del PAN en el poder, periodo que empezó con la elección de Vicente Fox en el 2000. Floreció la libertad de expresión, la sociedad civil se fortaleció, y se aplicaron las leyes de transparencia.
"Si regresa el viejo PRI o uno nuevo --probablemente será un poco de los dos-- , México ha cambiado", dijo Shannon O'Neil, experta en asuntos de México en el Consejo de Relaciones Exteriores. "El Congreso cuenta, la Suprema Corte cuenta, y cada vez más cuentan también las voces y organizaciones sociales. El gobierno entrante estará trabajando en un contexto mucho más democrático que sus predecesores".
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